Por lo general la historia cuenta las aventuras de los protagonistas, y relega a un segundo o tercer plano la de los compañeros de aquellos. Es fácilmente recordable el duelo que protagonizaron en Montmartre, Antoine de Hautefort e Ignace-Guillaume de la Rue, pero nadie recuerda a sus padrinos. Esta breve nota, tratará de enumerar las responsabilidades de aquellos que estaban en segundo plano, pero que eran vitales.

El trabajo de los duelistas era declarar las intenciones del duelo, y combatir. Todo lo demás estaría a cargo del Padrino de cada uno de ellos. Por lo general, todos los actores pertenecían a la clase aristocrática, por lo que el ritual del duelo, desde la declaración hasta el final de la ejecución era con los más refinados modales.

En primera instancia, debían de elegir a alguien de absoluta confianza, ya que si el duelo corriera por los carriles de la derrota, sería el padrino quien acudiese en ayuda, de manera que podría constituirse en quien le salvara la vida.

Los padrinos, eran los árbitros de la contienda, garantizaban la imparcialidad de las condiciones, ya que ambos duelistas debían contar con armas iguales. Además, cuando llegaba el momento del combate, se aseguraban que la posición del sol no afectara a ninguno de los contendientes. Eran los primeros en analizar las circunstancias por las que el duelo se había dispuesto y trataban de solucionar las diferencias de la manera menos violenta.

El procedimiento era establecido por ambos, el inicio del duelo podía ser cuando se diera la orden «¡En garde!» o dejando caer un pañuelo. La contienda solía comenzar al amanecer, a una distancia de dieciocho metros y con pistola, pasando a resolverse a espada o daga. Hasta 1800 las pistolas eran poco confiables, por lo que la mayoría se definía a estocadas.

Finalmente los padrinos debían de tener conocimiento de un médico que esté disponible para acudir en caso de que sea necesario.

Una última particularidad del rol de padrinos y duelistas era que todos debían estudiar sus roles dentro de la contienda con rigurosidad actoral, con el objetivo de producir un efecto de impasibilidad. Porque lo que querían era parecer impasibles ante la posibilidad de morir. Además, era parte de los modales de esa clase aristocrática. El aire de indiferencia de un noble duelista, ante la vida o la muerte era la demostración de su estirpe.